Este es la historia de un guerrero que perdió su corazón en una de sus tantas batallas, tan frio como el mismo invierno y tan perdido como cuando una hoja en el otoño se desprende de su rama y cae al vacio, asustado por su eterna soledad, olvidado en sus ruinas creadas del mental chocante, del fuego arrasador y del demonio escamoso que en sus lagunas habita, esperando a salir una vez mas para terminar con lo que empezó.
Helo allí, en el ultimo pedestal intacto, protegido por aquella pluma angelical caída desde las mismas nubes, el único tesoro que posee, lo único que no puede destruir, lo único que le permite recordar aquel dia que poseía un corazón, lo único que le detiene por un instante a mirar ese cielo; sin ninguna estrella, no mas que con su luna roja y esa vaga esperanza de soñar con otro mundo y asi salir de su realidad por solo una noche.
Exiliado, caminado va por aquellos bosques, de risas maquiavélicas, de puñaladas frías y sin sentido alguno, obligado a un solo sentir, odio, rabia, venganza, vacio y oscuridad avanzando solo puesto que la soledad no elige a quien seguir; él eligió seguirla. El tiempo pasa cruelmente dejando atrás aquellos que se detengas, puesto que luchar contra el, es como intentar apuñalar la misma brisa.
Asi mismo como el dios Chrono ve pasar los tiempos cambiantes, y el dios Kairos llena a la vida de un porvenir para mostrar el crepúsculo más allá de donde la vista se pierde con el brillo del sol. Desde su reino flotante observando aquella mancha oscura sin rumbo alguno perseguido por su demonio, casquillado por sus fantasmas y con un hueco en vez de corazón, aquella princesa sin temor alguno decidió bajar y conocer aquel guerrero sin corazón.
Cuentan los dioses del viento, que en el momento que el guerrero vio a tal majestuosa Princesa Alada bajar de su castillo flotante, toda sombra y mal fueron erradicadas con su luz, puesto que brillaba más que el mismo universo entero, de una larga y hermosa cabellera de color castaño y de un delicioso aroma que la misma Flora envidiaría tener, de unos preciosos ojos marrones, tan brillante y llenos de vida que en el justo momento en el que el guerrero la miro, hechizado quedo y en su mirada se perdió.
Por primera vez en tanto tiempo una lagrima surgía de esos ojos tan vacios, un cálido latir se podía sentir desde su pecho y una sonrisa rodeaba su rostro. Aquella Princesa Alada había otorgado sentimientos que no conoció en su totalidad.
Sus lágrimas derramadas por doquier, llenas de felicidad, preguntándose que era ese sentimiento tan extraño pero a la vez hermoso. Abrigándolo con su suave manto bordado de hermosas flores, llevándolo a su reino; otorgándole una preciosa flor que se convertiría en su corazón, el cual le enseñaría lo bello que es amar, brindándole de su amor para asi ya no seguir su soledad. Regalándole sus sonrisa para revivir aquella alma perdida a su legitimo dueño.
El guerrero sin corazón, había reencarnado como el ave Fénix, lleno de vida, de amor, de cariño, de felicidad donde podía observar aquel cielo lleno de hermosas estrella acompaña de esa luna, que ahora brillaba tanto y asi otorgándole un mañana, el mañana que siempre soñó. Aquel guerrero convirtiéndose en la flor más hermosa del reino flotante de su Princesa Alada, juro acompañarla por la eternidad brindándole su propio corazón y amándola hasta el fin de los tiempos, su amor impregnado en las estrellas quedo y dicen que si observas con determinada atención a la luna; veras a su lado dos estrellas de un brillo especial, marcando los cielos por la eternidad.
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